La extraña fascinación por las conspiraciones

domingo, 6 de septiembre de 2009
El año era 1991 y la escena musical se remecía por el lanzamiento del disco Nevermind, el nuevo trabajo de Nirvana. Su vocalista Kurt Cobain se convertía en un ídolo por canciones como Territorial Pissings, donde el estribillo más famoso era: "Sólo porque eres paranoico, no quiere decir que no te estén persiguiendo". Un lema para todas las personas que ven complots gubernamentales en cada esquina o que creen con fe ciega en que una figura como Elvis sigue viva.

El mismo Cobain no escapó de estos amantes de las conspiraciones al morir en 1994. Tras conocerse el parte policial que hablaba de un suicidio con un escopetazo en la cabeza, de inmediato surgieron teorías alternativas, como la que hablaba de un asesinato por parte de la esposa.

¿Por qué las personas creen en complots que parecen influir en todo tipo de aspectos cotidianos pero que también suelen ser muy improbables? Michael Shermer, sicólogo y profesor de Economía de la U. Claremont Graduate de EE.UU., ha dedicado años a explicar por qué tras cuatro décadas aún hay gente que cree que el viaje a la Luna del Apollo 11 fue un sofisticado montaje de la Nasa.

Complot máximo

Uno de los factores es la tendencia humana a hallar patrones significativos en todo lo que lo rodea: "Consideremos aquel supuesto rostro esculpido que existe en la superficie de Marte o la imagen de la Virgen María que aparece de tanto en tanto en un pan tostado. Por supuesto que algunos patrones son reales y hallarlos en el clima y en la migración de los animales fue vital para la supervivencia de los homínidos del paleolítico".

El problema, añade Shermer, es que no desarrollamos "un dispositivo para discriminar entre los patrones reales y los falsos", por lo que tendemos a pensar que todos tienen algo de cierto. De hecho, un estudio del sicólogo Bruce Hood, de la U. de Bristol (Reino Unido) y autor del libro SuperSentido, mostró, por ejemplo, que los niños creen que el Sol puede pensar y seguirlos y por eso añaden rostros felices a los dibujos que hacen del astro.

Los datos de Hood también indican que los adultos rechazan usar una polera con la imagen de un asesino en serie, porque creen que el "mal" es una fuerza sobrenatural que infunde esa aura a quien la usa. De la misma forma, un tercio de los trasplantados cree que la personalidad del donante se traspasa con el órgano. "Mucha gente educada e inteligente tiene una poderosa sensación de que hay fuerzas que manejan el mundo; eso no se basa en alguna evidencia concreta. La sensación de que pueden ser reales forman una especie de supersentido que moldea intuiciones y supersticiones", dice Hood.

Rasgos personales

A estos factores se suma la propensión de mucha gente a hallar evidencia que confirme lo que ya cree, además de encajar las sucesivas explicaciones de un hecho a lo que ya sabemos que ocurrió. Así, dice Shermer, se establecen las bases del pensamient0 conspirativo.

Ejemplos de este proceso aparecen en Cultos, conspiraciones y sociedades secretas, libro del periodista Arthur Goldwag. "Cuando algo extraordinario pasa, todo lo que lleva a ese hecho y lo que se desprende de él también parece crucial", dice Goldwag, aludiendo al asesinato de JFK. "Con lo que sabemos hoy, las filmaciones del atentado parecen repletas de enigmas, desde el rostro expectante de los espectadores a las sombras. Cada alteración extraña parece sospechosa e incita a plantear teorías en torno a ella", dice Goldwag.

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